Mi hermana dice que si acepta algo que no le gusta entonces se lo tiene que tragar… y yo le pregunto; y si no lo aceptas ¿desaparece?… Hay situaciones en la vida que no dependen de nosotros y no podemos hacerlas desaparecer….. De una de esas hablábamos. Y veíamos que por pelearse con la situación no conseguía hacerla esfumarse. Lo que sí que desaparecía era su oportunidad de actuar de manera diferente, la oportunidad de que surgiera algo inesperado.
No hablo de resignación, hablo de aceptación. Cuando nos resignamos seguimos sufriendo porque estamos esperando y deseando que la situación cambie; sin saberlo mantenemos la lucha interna y tenemos la sensación de que caminamos sobre arenas movedizas. Sin embargo, al aceptar que las cosas son como son soltamos lastre, nos liberamos de la lucha inútil porque caminamos sobre un terreno, que aunque no nos guste, es firme, porque es real. En terreno firme se puede correr, saltar, y hacer el pino. Así puede surgir algo distinto, algo nuevo, inesperado, incluso ilusionante también. Cuando no queremos aceptar es como si taponáramos una corriente de vida fresca…, la que esta por llegar.
Mientras nos entretenemos en ilusiones viejas y mugrientas, las ilusiones frescas no tienen hueco para llegar… Si estoy entretenida en rechazar, negar y maldecir, no lograré ver más alla, …., donde no se lo que hay.
Y ¿por qué creo que, al aceptar algo que no me gusta, me muero por dentro?. Yo diría que porque algo muere por dentro. Al soltar me despido de ilusiones infantiles o viejas, creencias antiguas. Hay que ser valiente para soltar mi verdad, pero cuando la he soltado una vez y he comprobado que la muerte genera vida, ya es imposible dejar de soltar.
Siempre está bien intentar cambiar las cosas para que vayan como quiero… pero si no puedo cambiarlas… seguro que las puedo aprender a vivir… ¿podría aceptar algo que no me gusta con los brazos abiertos?
Como leí una vez en algun lugar, ni siquiera se trata de que aceptemos, lo que se ha manifestado ya lo ha aceptado la existencia. Sólo queda vivirlo.
Ilustración Cristina Villacieros