Acercamiento y retirada. Movimiento, flexibilidad. Contacto.
Sabemos que necesitamos la relación, necesitamos contacto con personas. Pero también a veces nos cuesta mucho. La relación a veces nos cansa, nos satura… A veces lo que nos sale es aislarnos. Por eso muchas veces lo que sentimos es que necesitamos espacio.
Una de las cosas que más nos cuesta en las relaciones es estar en contacto con el otro sin perder el contacto conmigo.
No estoy hablando de espacio cuando hay una pelea, discusión o conflicto. Tampoco estoy hablando de espacio en la cotidianeidad, en la rutina.
Estoy hablando de flexibilidad y fluidez en el contacto y retirada. Una mano que está solamente abierta es una mano que solo sirve para dar. Ha perdido la flexibilidad. Una mano que está solamente cerrada es una mano en tensión, un puño. Se percibe como que solo sirve para pegar. Es una mano rígida.
Lo mismo pasa en la relacion. ¿Estoy solo dando? ¿Estoy solo recibiendo? ¿O tengo flexibilidad? ¿Soy capaz de acercarme y también de retirarme? ¿O solo estoy cómoda demasiado cerca o demasiado lejos?. También es una cuestión de intensidad, ¿Estoy cómoda invadiendo al mundo o aislándome del mundo?.
Aprender a estar en contacto y en retirada con holgura y flexibilidad no es fácil. Estar en contacto conmigo supone saber qué necesito, deseo y siento. También saber qué pienso. Estar en contacto con el otro supone estar a la escucha, estar atenta a lo que expresa o quiere expresar. Atender a lo que necesita, desea y siente. Y a lo que piensa.
Esto supone un reparto en mi atención, o más bien, cambios en mi atención. Atender a lo que a mí me está pasando y/o atender a lo que al otro le está pasando, uno, otro, uno, otro… No siempre es fácil, más bien es difícil.
Por eso se habla de movimiento en el contacto (atención al otro) y la retirada (atención a mi). Se habla de saber poner límites, pero no de esos límites de «cuando me siento invadida», no esos límites tipo bordería, tipo codazo, tipo aislamiento, sino de límites respetuosos.
Respetuosos con la otra persona y respetuosos conmigo. Límites en el día a día, en la normalidad. Límites necesarios, dibujados, vistos, claros, a la vez flexibles. En algún momento permeables.
A veces, cuándo uno se retira para protegerse es saludable. Otras veces sientes que es mejor quedarse y atravesar lo que te cuesta atravesar. Y, ¿cuál es el punto medio? Buena pregunta. Ante la cotidianeidad y la rutina, ante la normalidad y el día a día. O incluso ante un conflicto o una pelea;
- Si me retiro, ¿estoy protegiéndome y cuidándome o estoy huyendo y no afrontando.
- Si me quedo en contacto, ¿estoy enfrentándome a mi miedo o estoy enfrentándome a la otra persona? ¿Estoy agrediendo o estoy defendiendo mi espacio?
No tiene respuesta fácil. Para poder elegir entre demasiado cerca y demasiado lejos con un mínimo de salubridad hay que tener un mínimo de escucha. Y volvemos a empezar, de escucha a mi, en mi necesidad, deseo, emoción y cognición, y de escucha al otro, en su necesidad deseo, emoción y cognición.