Temblamos cuando tenemos miedo. Miedo a una amenaza real o miedo a una amenaza imaginaria. En ocasiones ni siquiera detectamos la amenaza que nos puso a temblar, pero nos descubrimos con nervios. Solamente notamos que se nos activa el sistema nervioso y estamos inquietos, inquietas. El corazón lo podemos sentir palpitar intensamente, el interior activado. Sin embargo físicamente, hacia el exterior, brazos y piernas, los podemos sentir en bloqueo. Sin que salgan las palabras, sin poder hablar. Sin poder expresar. Angustiante.
De repente veo que mi pierna tiembla, mi pierna está inquieta.
Si esto te pasa y tienes tiempo y curiosidad por investigar, acompáñala.
Valida eso que tu pierna manifiesta. Escúchala y apóyala. Dirígete a ella como si pudieras hablar con ella.
Apóyala verbalmente; estoy contigo, te acompaño. Acompáñala también físicamente, pon la otra pierna a temblar, los brazos, el cuerpo.
Ahí estarás empezando a vibrar. A canalizar tu energía, a expresar la vivencia, con el cuerpo entero. Sin que se quede bloqueada en el interior
El temblor es involuntario. Es la energía que trata de salir mientras la bloqueamos. En el hay una parte de negación. En el temblor estamos tratando de retener o contener una energía.
En la vibración hay voluntad. Hay permiso, reconocimiento y aceptación. Vibramos porque permitimos la salida, el paso, el tránsito. Cuando vibramos permitimos que la energía contenida atraviese el cuerpo. Integramos cognición, cuerpo y emoción. Y con ello nos repropiamos de nuestro cuerpo.
En el temblor intentamos huir del miedo (negándolo). Con ello también estamos negando el cuerpo. Tratamos de contener esa energía negando nuestra principal herramienta, sobre la que vivimos y nos movemos, el cuerpo. Y quedamos a expensas de nuestro bloqueo.
En la vibración escuchamos el cuerpo y permitimos el miedo. Con ello nos adueñamos de nosotros mismos. Lo que antes estaba bloqueado, congelado, ahora cobra vida, energía. Nos reenergetizamos, salimos de la paralización. Y con ello recuperamos nuestra gran herramienta, el cuerpo, la emoción. Nos ponemos por delante del miedo, del bloqueo y de la resistencia.
Y desde ahí, solo desde ahí, podemos afrontar la amenaza, sea real o imaginaria. Con el corazón palpitando y el cuerpo vibrando.
Podemos elegir vibrar antes que temblar.